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Volver a comenzar

 01 de Enero de 2021.

Por tercera vez Jesús le preguntó: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo: —Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero. —Apacienta mis ovejas — le dijo Jesús—... Después de eso añadió: —¡Sígueme!

Juan 21:17,19b

Aquel día Pedro había vuelto a tomar las redes, no era el mismo de hace tres años. Su encuentro con Jesús lo cambió todo, cayó a sus pies en arrepentimiento, Jesús lo llamó a seguirlo, presenció maravillas, camino sobre el agua, con su boca confesó a Jesús como el Mesías y participo de su ministerio, hasta afirmó que moriría por él (Jn. 13:37).

Seguramente Pedro se había llenado de ilusión el corazón al ver tantas maravillas ¡Un simple pescador embarcado en el proyecto más grande imaginable para un judío; acompañar al Mesías! Pero nada había preparado a Pedro para presenciar a su maestro ser llevado prisionero y ser juzgado por los líderes mientras se le golpeaba, humillaba y sin abrir su boca. Todos alguna vez hemos sentido la decepción, el ver algo que nos había dado sentido caer al suelo estrepitosamente y Pedro lo vivió en ese momento. Ante la desilusión, el miedo y la presión negó conocer a Jesús tres veces (Jn. 18:15-18, 25- 27), tal como como le había sido predicho (cuando un testimonio se daba tres veces se tomaba como una confirmación absoluta).

Los relatos bíblicos nos dicen que Pedro lloró amargamente, podemos imaginarlo, un dolor profundo, lágrimas que no bastan y un lamento que se atora en la garganta sin poder salir, la vida, los sueños y todas las esperanzas construidas en tres años se destrozaban pues Jesús parecía fallar y además él le había fallado, había traicionado a Jesús y este le miró a los ojos. Después de haber visto a Jesús resucitado seguramente muchas cosas se habían logrado asentar en la cabeza de Pedro, pero en su mente aún estaba presente la triple negación que parecía difícil pasar por alto aún para el maestro del perdón, así que tomó las redes una vez más y subió a la barca, volviendo a las labores que había aprendido, viéndose también desligado del llamado de Jesús.

Jesús aparece en escena a la orilla, les instruye echar la red a la derecha, los peces caen a la red y Juan se percata de que es el Maestro y se lo dice a Pedro, quien salta de la barca y se dirigió a la orilla, sin palabras come lo que Jesús les preparó. Después del desayuno Jesús se dirige a Pedro y en tres ocasiones le pregunta “¿Me amas?”, Pedro contestó “Sí, Señor, tú sabes que te quiero”. Con tres negaciones Pedro quedó alejado del llamado de Jesús, y las mismas tres veces Jesús lo confirma en su amor. Después de confirmar su amor y de anunciarle el cómo habría de morir, le vuelve a llamar: “¡Sígueme!”, tal como al comienzo.

Jesús conocía los pecados y errores de Pedro desde antes, de eso no hay duda y sabiéndolo lo amó y lo llamó la primera vez, y aún después de la traición de su discípulo, Jesús no dejo de amarlo y vuelve a llamarlo para continuar con la misión que le había encargado a él y a sus compañeros. Jesús llamó a Pedro conociendo sus errores y le demostró que su amor supera cualquier error y muchas veces esto es lo que nos sucede a nosotros ¿Quién no ha sufrido una caída en la vida cristiana? ¿Quién no le ha fallado al maestro y ha sentido la decepción de no ser lo bueno que esperaba ser?

En lo personal muchas veces me he sentido como Pedro, habiendo fallado a Cristo siento que es mejor abandonar este camino para el que no soy suficiente y tomar mis propias redes y dedicarme a otra cosa que no sea servir al Señor o la vida cristiana. Pero en Jesús el perdón alcanza lo inalcanzable, El Señor no solo perdono a Pedro, sino que en cada ocasión le dice: “Apacienta mis ovejas”, le vuelve a indicar su misión, no es un “te perdono pero ya no puedes formar parte de esto”, sino que tres veces le pregunta “¿Me amas?” y a cada respuesta positiva de Pedro le llama a su misión, quizá es más un “te perdono, manos a la obra”.

Y sella ese perdón con la invitación más hermosa; “Sígueme”, porque es la misma invitación que Cristo hizo a sus apóstoles al comienzo y es tan hermosa porque significa que Pedro volvía a ser ese discípulo, restaurado como al principio, sin ningún castigo o limitación por su pecado y caída. Un nuevo año comienza, quizá en el año pasado enfrentaste muchas pruebas y caíste muchas veces, quizá te ha pasado como yo que siento que no soy digno, y la verdad es que no lo soy, nadie es digno de un llamado tan grande, pero la gracia y el perdón de Dios supera todo error y toda caída y vuelve a llamarnos a seguirlo, como la primera vez, sin nada que ofrecer más que lo que somos, frágiles en manos del buen y poderoso Dios. En cada caída el Señor nos levanta, como a una oveja o una mascota nos sana y cuida. Jesucristo restauró a Pedro completamente y no será recordado como el apóstol traidor, sino como el valiente apóstol Pedro al que su caída fue cubierta por el amor del Señor. Así, nosotros también debemos tener seguridad que Dios cubrirá nuestros errores y no volverá a recordarlos y nos llama una y otra vez a seguirlo y a continuar la vida cristiana como si cada vez fuese un nuevo comienzo.

Aplicaciones:

∙ Entrégate al Señor como la primera vez, en oración pídele la restauración de las heridas y errores de tu pasado y sí esta es la primera vez que escuchas del perdón de Jesucristo entonces cree en él y en su perdón, entrégale tu vida y acércate a una iglesia.

∙ Mira a los demás con la misma gracia con que Jesús te mira, ten un corazón dispuesto a perdonar a los demás y a restaurarlos con amor, con el mismo amor con que eres amado por Jesucristo.


Daniel Ávila.

Comentarios

  1. Felicidades, Dios les bendiga un excelente mensaje y muy aplicable en nuestra vida

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  2. Muchas gracias por la palabra Hermano. Que El Señor Jesús cumpla su propósito en nosotros. Busquemosle con el corazón y vivamos por su gracia. Un fuerte abrazo.

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  3. Increíble y retador, gracias al autor y a nuestro Señor que lo ha usado para su gloria y honra.

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