23/Enero/2021.
“Con Cristo he sido crucificado, y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.”
Gálatas 2:20
En la vida cristiana es común que conforme caminamos nos orillemos a uno de dos lados: el legalismo en el cual nos medimos espiritualmente y nos catalogamos por aquellas cosas que no hacemos (vida inmoral, tomar, fumar ir a determinados lugares), por otro lado podemos orillarnos a vivir de modo que nos dediquemos a darle placer a nuestra persona, sin negarse nada, pero quizá asistiendo a la iglesia de vez en cuando. Veamos primeramente el legalismo.
El caso que vivía la iglesia de los gálatas era éste, el legalismo judío se les había metido en la cabeza y el apóstol Pablo se encarga de recordarles en esta carta que la salvación la tienen por gracia de Dios y no por sus méritos. Concuerdo con muchos en que el libertinaje es otra forma de legalismo, pues se sigue esclavo del deseo egocéntrico, pero también el legalismo es una forma de libertinaje pues se continúa en desobediencia al mandato de Cristo.
El legalismo produce miedo, miedo a no ser lo suficientemente recto para hacer todo lo bueno, o bien, a no poder evitar lo malo. El legalismo también produce hipocresía y juicio, pues fácilmente encontramos formas para hacernos creer que somos justos y en la capacidad de juzgar y catalogar a los demás y terminar por rechazar a aquellos que no entran en nuestros estándares. Cuando vivimos con los ojos en la ley llegamos a recrear las reglas de un sistema judicial, ponemos reglas como “No escuchar tal música” “No asistir a cierto tipo de reuniones” “No consumir alcohol”, etc. Y no pretendo decirte que lo hagas, pero ¿Qué Jesús no nos enseñó que la esencia de la ley era el amor?
A Dios no se le puede agradar verdaderamente sin vivir en relación con él. Jesús es Dios y el cumplió plenamente la ley, no solo por seguir el sistema judicial del Antiguo Testamento, sino por vivir en comunión plena con el Padre y por amar a su prójimo. Este el verdadero cumplimiento de la ley y esa es la única ley que tenemos en Cristo (Mt. 22:37-40; Rm. 13:9-10; Gal. 5:14; Stg. 2:8).
Pablo no mentía cuando escribió “Con Cristo he sido crucificado” El abandonó el camino tradicional del fariseísmo para seguir uno mejor; el camino de Jesucristo. Y la realidad es que en ese camino uno muere, porque Cristo murió yo también muero y porque Cristo vive yo vivo.
¿Qué significa esto? Que cuando seguimos a Cristo abandonamos toda posibilidad de agradar a Dios por nuestro mérito y descansamos solo en la gracia de Dios. Significa también que mi preocupación ya no es lo que tengo que hacer o que no tengo que hacer para no pecar, sino poner la mirada en Cristo e imitarlo, pues esta carrera ya no la debo correr yo, más bien Cristo es el que debe manifestarse en nuestra vida; “y ya no soy yo el que vive, sino que Cristo vive en mí”.
Debemos recordar que los estándares de la ley no son alcanzables por más que nos esforcemos y eso es lo que Dios quiere, que dejemos de vernos a nosotros mismos y confiemos en que Dios nos hace justos por medio de Cristo y que en ese camino debemos vivir. Nuestro texto dice: “y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios” esta es la esencia de la vida cristiana, la vida cristiana no se encuentra en ser bueno por nuestra propia justicia, sino en vivir la vida de Cristo en fe.
Para fines prácticos, la vida cristiana se resume en seguir a Jesús, en imitar su ejemplo, no por obligación religiosa, sino porque él te amo y se entregó a sí mismo por ti. Su amor es la motivación para seguirlo y la única ley que debe ser cumplida. Cuando caminamos siguiendo a Jesús, no hay necesidad de preocuparse por cumplir determinadas reglas, sino que toda la regla la encontramos en su amor por el Padre y por sus semejantes.
Aplicaciones:
- Sí el legalismo te ha afectado, recuerda que Jesús te ha hecho libre de la esclavitud de la ley, delante de sus ojos llenos de gracia y verdad, ninguna obra ni buena ni mala puede hacer que Dios te amé más o menos de lo que ya te ama.
- Aprende a vivir con y como Jesús. Ve y toma tu Biblia, en la versión que prefieras y lee los evangelios, una y otra vez, déjate confrontar por sus palabras y por su ejemplo, observa a Cristo se libre en él, cuando tu mirada este puesta en Jesús y tu corazón dispuesto a su voluntad encontraras la verdadera libertad y serás transformado en el día a día.
Daniel Ávila.
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